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Curso teórico para mojarse en los charcos

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Que es miércoles si, lo sé.
Pero podría llamarse de cualquier otro modo,
porque un día sin ti,
es un día cualquiera,
ni nombre merece.
Incluso creo que debería haber una fosa común
para los días que no te encuentro,
apilarlos allí al azar.
Ni orden alfabético, ni afectivo,
ni orden cronológico siquiera,
los viernes con los martes,
los jueves con los sábados,
Los lunes... (Bueno los lunes es otra historia)
Todos juntos,
que se maten de muerte unos con otros.

Que el calendario sin ti sea una esquela interminable.

- Hola, venía por el trabajo ese de...
Siempre pongo tu nombre en mi currículum,
porque lo mejor que hice, lo hice contigo.
Incluso cuando me deshice como azúcar en el café,
lo hice bien.
Pero ni por esas.
Ni traductor de silencios,
ni récord en asfixia,
ni aquello de hacer de la lengua un punzón
y del amor un collage
de sonrisas sin dueño.

Hay más amor en la cola del inem
que en mi memoria.

Miércoles, el otoño te queda grande,
estás tan horrible como un invierno sin lluvia.
Te estoy echando el humo a la cara,
a ver si te ausentas,
te cambias de asiento,
de mes,
de año.
Me duele la boca de mirarte sin los ojos,
de pensarte en un abril,
de perderte en un bolsillo.

Le sentabas tan bien a ese vestido,
que en cualquier otra piel era una burla.
Era otro antes, de antes del odio,
cuando el color de mis sueños,
era el color de tus bragas.
Y si no llevabas, mis humedades
corrían por las aceras buscando el mar.

Porque yo antes de hombre
y de ti,
fui una orilla.
No como ahora que veo el mar y reniego.
Y sospecho que has orgasmado dentro
y cada ola es una lágrima que pierdo
al no llorarte como debo,
así con epitafio y rosas blancas.

Porque no tenerte es como si te hubieras muerto,
por más que te de por respirar por llevarme la contraria.
Como siempre.

Miércoles, en mitad de la nada,
ni siquiera los más enamorados
tienen una cita un día como este.
Existes por si acaso,
como existe la papiroflexia
o los juegos de mímica.
En plan bueno, vamos a joder al prójimo,
me pongo en medio y estorbo.
Eso es.
Mañana ni siquiera me acordaré de ti.
Pasado serás una metáfora insulsa sobre el fracaso.
Y ayer, bueno ayer eras futuro,
gris, como el cielo de Dublín
o el verso libre de un poeta calvo y con acné.

Y de todas las mujeres que había en el universo,
te señalé a ti,
porque tenías los ojos más bonitos del mundo
y porque tenías el mundo más bonito en tus ojos.
Y bailamos, bueno yo solo seguía tus pies,
sin pisarte, al ritmo de tus pestañas,
como se movían las barcas ancladas en mi pecho,
aquellas mañanas que cogía caracolas con los dientes,
para verte sonreír tras la sombrilla,
así más o menos, mirándote el escote y pensando,
que si dios no existía de verdad
de quien coño era obra este milagro.

Te encierro en un círculo rojo jodido miércoles,
como hacen las viudas con los aniversarios,
eres un día de dentistas,
de canciones de Ismael serrano en la cola del súper,
de fumar mucho, de fumar tanto,
de vivir poco, de sentir nada,
de putas con regla
y princesas sin corona.
De entierros y malabares,
de propinas en céntimos
y de mentiras eternas.

Y luego nos besamos a la salida de aquel bar,
contamos estrellas en un charco,
jugamos a las prendas con los arboles,
le pusimos nombre a un perro abandonado,
discutimos sobre el plural
y algunos verbos,
tuvimos cuatro hijos con tus ojos
sin movernos del banco de aquel parque.
Y bailamos otra vez bajo una nube
mientras el futuro nos miraba de reojo,
con los dedos manchados de orgasmos
y la ropa en el suelo.
Un día precioso aquel sin duda,
miércoles si
pero no un miércoles cualquiera.


Terranova

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Suelta una nube de humo
(Creo que no podría estar con una mujer que no fume)
Parece que se ha tragado Londres,
Glasgow, o la misma Minsk
y las vomita sobre el aire
y el aire, me enamora.

Porque el aire, el que me importa,
solo entiende de ciudades
si es su garganta quien las crea,
si es su falda la que se levanta.

Dicen que en Terranova,
el lugar con más niebla del mundo,
es tan importante la belleza,
como aquí el intelecto.
Que allí además de esas tetas
tendrías que saber hacer una ecuación perfecta,
sobre lo que te quiero
y lo que te querría,
si te dejaras querer
como quisiera.

Fumar se parece muy poco a la muerte cuando lo haces tú.

Mañana llueve o eso dicen,
pienso en Mery sue,
tengo la costumbre de asociar
su rostro a cualquier tipo de humedad.

Le dije - Tengo que alejarme-
Y ella, que lo más cerca que me tuvo no fue dentro,
me dejó marchar.

Uno sabe cuanto te necesita una mujer,
cuando en lugar de echar de menos lo que fuiste con ella,
ella echa de más aquello que fue contigo.

Y ella fue nada.
Y yo hambre.

Y tú humo.
Ciudades una tras otra desde tu boca,
al mundo.
Ahí parada esperando el desamor de tu vida,
con la misma seguridad con la que se espera un taxi.
Besando filtros desnudos de carmín,
alimentando el morbo con tus pisadas
de estas calles fetichistas desde que vieron
que caminar si lo haces tú
es danzar con los bordillos.

Cómo decirte sin que suene a súplica
Que soy un poco menos hombre desde que no me miras,
bastante más estúpido desde que no me tocas.

Que floto en las ciudades que salen de tu garganta
para no sentirme extranjero de nuestro propio mundo.

Cómo decirte sin que suene a masoquismo
que deseo que te claves en mí
como un calendario en la pared
y me duela,
como duele el silencio en los orgasmos
cada día que no pases por mi boca.

Decirte que he vuelto a fumar
y que conmigo el tabaco se parece tanto a morirse,
como tu ausencia.

Decirte sin joderme el orgullo
que cada vez que te quiero y no estás
te odio y me encuentro conmigo.

Y estar conmigo ya sabes,
se parece demasiado a estar sin ti.

Y fumo.

Terranova, un lugar donde para amarte,
tendría primero que desnudar al viento
y tú no te quejarías de lo mal que miro a los ojos
después de un beso.

Un lugar donde buscarnos a tientas,
hablarnos a roces,
mientras las calles nos tragan
y cada metro de distancia
sea nostalgia entre nosotros.

Un lugar que ahora, después de tu última calada
has inventado desde tu garganta al mundo
y que se esfuma,
poco a poco,
como mi vida.


Poema lacrímogeno para reirse de pena

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Yo nunca quise saber tu nombre
por si algún día te llamaba y no venías.

Luego dijiste - Ariadna-
Como quien cose un botón,
como si en tu nombre no cupiera todo lo que eres.
Y yo que ya había perdido un verso
en el bolsillo de tu abrigo,
te regalé mi asombro.

Hablabas de las pecas de aquel pelirrojo,
que un mes te mató de amor
y al siguiente de miedo,
de los números rojos de tu cuenta bancaria aquel año
en el que fuiste puta en chueca,
o de aquel profesor de literatura
que te mostró que "Lolita"
podía ser una historia verídica.

Tenían agujetas en los brazos
los camareros de los bares donde bebíamos,
desde los jardines de la calle del capricho
le veíamos las bragas a la luna.
Y no, no eran blancas.
Y besarse no era el preludio de otro beso,
era el principio de un orgasmo.

- Ariadna- como quien pide un cubo grande de palomitas,
antes de una película de tiros.
Como si en tu nombre
no se apretaran las letras unas con otras
para darle el significado a todo mi deseo.

Sonreíamos ante la dificultad de ponernos el pijama
si nos mirábamos a los ojos,
fingíamos la tristeza
porque en aquellos tiempos
ser feliz no estaba de moda.
Sonreír era similar
a poner una bomba en un colegio.
Nos buscábamos a oscuras en las mentiras
de aquellos niños que fuimos,
cuando el amor no era más
que pintar corazones con tiza.

-Ariadna- como quien pide un refresco.
Como si en tu nombre no se atara mi vida
cada vez que te nombraba.

Luego ocurrió que el era rubio
y tenía aquel coche
y esos pómulos.
- Y en sus ojos. -Decías- el mar
está al alcance de los míos.

Y ocurrió que se llamaba Daniel,
que tocaba la guitarra
y soñaba en blanco y negro,
(como tus películas favoritas)
que tenia un jardín
y no se cuanto centímetros más que yo,
de amor erecto.

Y ocurrió que yo era yo
y eso era poco,
que la humedad de mi dormitorio
parecían graffitis del diablo
y que mis brazos no eran suficientemente largos
para rodear tu futuro.

- No es que me sobre espacio
es que me faltas tú-
Tras el teléfono tu respiración
dibujó la soledad de un hombre.

- No digas nada si vas a mentirme- te dije.
Y callaste.

Como deberías haber callado aquella tarde
en la que dijiste - Ariadna-

Como quien cose un botón.

Amanéceme en el pecho, tengo frío

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Te adueñas como una puta de las esquinas
de todos mis folios en blanco.
Yo pongo un ático a tu nombre,
en el verso treinta y siete de un poema
que aún está por escribir.

Claro que creo en el amor,
es el amor el que no cree en mí
si no me miras.

Burlemos al destino si no escribe nuestros nombres
en el prólogo de la vida que nos resta,
jodamos calendarios y estaciones,
si nos privan del calor que nos debemos,
prometamos que la próxima promesa
será dejar de prometernos el futuro.

Y que surja.

Que si el amor no viene a nuestro encuentro
lo divisemos de camino a algún orgasmo.

Te acuerdas?
"Yo lo único que quiero es sentarme en tu cara
para luego poder besar mi sexo en tu boca"

Nunca nadie ha vuelto a decirme nada tan hermoso.
Y tengo sed.

Deberías atarme tu sombra al tobillo,
amordazarme el silencio de no nombrarte,
guardar los te quiero en las costuras de tus bragas,
el odio tras el quicio de un portazo.
Clavarme algún insulto en las costillas,
el tacón en la garganta,
coser tu apellido a mi genética
con el hilo de las faldas que te rompo.

Y doler, que no dejes nunca de dolerme
que necesito saber cuanto me importas.

Y claro que no me da miedo el amor,
lo que me da pánico es perderlo
si es el tuyo.

No habrá fotos de boda decorando la salita,
ni sabanas de seda bordadas por tu madre.
Tampoco cuello alto,
ni pijamas mas anchos que mis sueños.

No habrán anillos que iluminen anulares,
que sean tu ojos los que brillen como estrellas,
que sea tu boca  la que alumbre mis ocasos,
que sean tus manos como faros de una playa.

Te acuerdas?

"No me quieras menos,
de lo que llegarías a odiarme si me marcho"

Y eso hago.
 
Quererte.

Mientras me observas a tres metros de distancia
con posdatas en los ojos
y en la boca,
el deseo de tatuarme con saliva
tu nombre en cada poro de la piel.
 
Y eso hago.
 
Odiarte.

Mientras tus medias aún no saben de carreras
y mis dientes ya planean una guerra
de hilos que se rompen
y de hambre,
de ropa por el suelo
y humedades.

Y claro que es amor pero si quieres,
lo llamamos solo sexo
y nos follamos.

Todo lo que no soy, es todo lo que no hicimos

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La verdad es que de todas las cosas que no he hecho,
solo me pesan las que no hice contigo.

Follar bajo la lluvia,
un viaje a Amsterdam,
explotar pompas de jabón con el rasurado de tu pubis,
rompernos la risa por usarla demasiado,
pintar las nubes del color de tus ojos,
las paredes del color de tu abrigo.
Salvar a un lince,
matar a un hombre,
volar,
volar más alto,
caernos.

El amor es caerse
y en lugar de levantarse
hacer que caigas conmigo.
Aprovecharnos del suelo
para lamernos el vértigo.
Y flotar.

Gritar tu nombre desde el Empire State
y que todas las mujeres quisieran llamarse como tú,
amanecer en Nueva Delhi
y mordernos el hambre,
conseguir que los canales de Venecia
se sonrojaran de pudor ante tus muslos.

Y perderte de camino a nosotros,
equivocarme de regreso a cualquiera,
encontrarte,
que el placer siempre se esconde en el lugar más prohibido.

Pero tu sabías,
que el amor que nunca acaba en nada
es aquel que no se da del todo.
Torciste la esquina,
doblaste un edificio
y te tragó la calle.

- Si no me voy nunca me echarás de menos. Eso dijiste.
Y aún no has vuelto.

Y pesa.

Lo que no sabes de las luces.

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Voy contando las farolas,
que ni saben de mi sueño,
ni reconocen tu sombra.

Continuan a lo largo de la calle
hasta el punto que confundes una sola,
con el resto.

Justo eso, nunca me pasó contigo.

Incluso le dan la vuelta a la ciudad,
651,652,653...
Una vez llegué a contar hasta mil doscientas
y no te lo vas a creer
pero había más luz en tus ojos.

De matématicas y otras formas de dolerse

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Me dejaste contando de cara a la pared,
un fracaso, dos fracasos, tres fracasos, cuatro fracasos.
Pensaba en lo que decías de la pared anaranjada
y macetas enormes de margaritas en la terraza.
En volar desde la luna de mi noche
hasta el sol de tus mañanas.
Y hablar de la lluvia, hasta que fuera música.
¨Y si no llueve, lloraré como un valiente
para mojarte los ojos
que a veces el mar
también cabe en una lágrima¨.

Cinco fracasos y seis y siete y ocho.
Las lámparas violetas
y en el aseo una bañera para cinco
por si hacen una orgía
mis manos con las tuyas.
Por si al muelle de tu espalda
he de nadar con las pupilas
Por si he de naufragar
en la isla de tu pubis.
Te escribiré frases de enamorados
en la página sesenta y nueve
de todos los libros que empieces
y que tendrás que acabar otro día
de tanto amarnos.

Diez, once, doce, trece.
Veremos ponerse el sol desde la otra parte del mundo,
aprenderemos idiomas diferentes
para que nadie entienda este modo de querernos.
Ladraré por una caricia,
brotaré por otras humedades,
respiraré para coger tu aire.

Catorce fracasos, quince fracasos, dieciséis fracasos.
Juzgaremos el gemir de los vecinos,
jugando al dolor de tu tacón sobre mi pecho,
inventaré nuevos atajos de tu coño a las axilas,
laberintos inexpugnables de tus pies hasta la lengua.
Y nos haremos promesas imposibles,
borrachos de equilibrio en las aceras
buscándonos los besos en el hambre.
Habitaré cada poro de tu piel,
una guerra sin empate entre tus muslos,
un perdón por el mordisco vida mía
una duda de gemelos en tu vientre,
un no se ya de querer, cuanto te quiero.

Tú sembrarás en cada duda un adjetivo bonito,
en cada complejo tu boca
le hará el amor a mi ego,
en cada herida otra herida,
en cada luz otro eclipse,
en cada ron dos de besos.
Y dirás con voz de eternamente
que nadie se interpondrá entre nosotros,
que nadie te ha besado como yo,
que nadie te ha follado como yo.

Y esta vez "nadie" quizás sea rubio
y tenga dragones tatuados en la espalda,
o un moreno de esos con ático en los ojos
y boca de cuento de hadas
y comieron perdices.


Diecisiete, dieciocho,diecinueve y veinte.
- Voy. Dije.

Pero ya no estabas.

Y yo claro, he empezado a contar otra vez.
Por si acaso.

Calle Julia s/n

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No es que esté despeinada,
se peina así a conciencia
y está tan guapa
que hasta crea una moda en el barrio,
aunque claro las demás solo parecen
que se acaban de despertar.
A ella el flequillo no le cae por la frente
simplemente se le lanza con descaro
a acariciarle la mejilla.

La primera vez que la miré
pensé que mi corazón se había convertido
en una cajita de música.
No se que melodía trataba de tocar
pero la vida,
la misma que era una mierda cada mañana
se convirtió en un baile.

Cada vez que no apareces por mi sueños
yo los llamo pesadillas.

Si ella supiera, ella,
que se traga todo el paisaje con su presencia,
que yo, que no soy nadie,
la amo,
seguramente pasaría por mi lado con la cabeza más erguida,
con un botón de más abrochado
y no movería el culo como ahora,
como una ola que nunca rompe.

Ella solo sabe que si no anda más deprisa,
quizás pierda el autobús,
que no se puede permitir un taxi,
que en la próxima esquina está el hombre que la mira raro
que necesita un cigarro,
un beso
y otro café.
Ignora que yo la llevaría en brazos al futuro,
que si me dice - Hola-
solamente hola,
me temblaría tanto su palabra en la boca
que le haría un ático en mi sonrisa,
un estanco en el centro de mi pecho,
un café de dos suspiros
y el amor si hiciera falta
en la esquina que ahora dobla sin mirarme.

Cada vez que no apareces esta ciudad
se parece demasiado  a estar conmigo
y estar conmigo se parece demasiado a estar sin ti
y estar sin ti se parece demasiado a esta ciudad.

Silbo, el último eco de la canción de mis latidos,
mastico el perfume que has dejado sin saberlo,
me follo tu ausencia. Dos veces.
Memorizo los colores de tu ropa,
imagino como duermes abrazada
a las promesas que te hiciste de pequeña
y te haces una bola en el colchón
y ruedas desde tu almohada
a este poema.

Y te sienta bien, el verso,
casi tanto como el pantalón negro
con la camisa blanca,
que sueles ponerte los jueves,
casi tanto como la flor del pelo
de aquel domingo que nos cruzamos
en una calle que se llama como tú
porque yo se lo puse.
Casi tanto como el color de tu piel
a juego con tus ojos
y con las ganas que yo tengo de abrazarte.

Y volverás a pasar deprisa,
mañana tal vez,
o el otro,
con tu cabello despeinado
persiguiendo autobuses,
necesitando un cigarro,
otro café
y algún beso.

Y yo a un simple - Hola- de distancia
te estaré esperando como siempre.







¿De que color son las princesas?

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Hablaban de sapos y príncipes azules
pero nunca nos dijeron de que color eran las princesas.
Aunque ahora que te veo así vestida,
no solo tengo la certeza de saberlo,
sino que además,
imagino como debería acabar el cuento.

Y no, no empezaría con el típico "Erase una vez"
porque tú no eres una vez,
tú eres todas las veces
y hasta las veces de las veces que no han llegado a ser,
fuiste tú la que hiciste que no fueran
al no ser esa vez que yo esperaba.

Tampoco creo que un beso te despierte,
tú que cada vez que bostezas
perviertes el aire con tu garganta profunda.
Que en cada desvelo humedeces las sábanas
haciendo que resbalen por la seda
los osos polares de tu pijama para adultos.
Tú que te diagnosticas insomnio
si no duermes abrazada,
que no desnudas tus pies de calcetines
si no te lamen la piel antes del sueño.

Tú que casi siempre extravías los  zapatos de regreso a casa
de esas veces que llegas antes de las doce del día siguiente
y enfermas a esta ciudad de fetichismo irreversible.
Ignorando que yo me como las migas de pan de tu camino
porque no se puede estar perdido si tú estás cerca.

Y así vestida...
 supongo que hay que ser un poco puta
para que te llamen princesa,
solamente un poco cabrón
para croar en las charcas.

A mí que el azul me sienta como un disparo en la nuca,
que lo más cerca que estuve de la monarquía
fueron aquellos seis de enero cuando una mentira piadosa
era mejor que todas las verdades que me quedaban por descubrir.

Ojalá fuera caperucita la que esta vez tuviera hambre.
Me digo a mí mismo mientras tus ojos
juegan con el espejo del baño
a ser la más bonita del barrio.
Y lo eres. Claro.

Y  también  el nunca jamás
y este suspiro,
la trenza donde se balancea mi futuro
y Alicia sin reloj y sin paraguas,
el as que le falta a mi baraja.
La aguja donde se pinchan los globos que perdí de pequeño,
el eco que nunca volvió cuando dije te quiero,
el verso que nunca escribí
por dolor y vergüenza.

Pero nunca mía,
eso eres,
porque de serlo ahora mismo
 yo te estaría llamando amor y no princesa
y desde luego estaríamos hablando de otro cuento.

Más acuático seguramente.

Invierno en el pecho

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Supongo que debajo de tu falda
la primavera sigue llegando antes.

Hoy hace frío.
El cielo no amenaza con mojarme los recuerdos
pero no puedo prometer que no haya llorado.
Nunca he pensado que sea ridículo ver a un hombre llorar,
sin embargo si el que llora soy yo
ni siquiera puedo sentirme hombre.

Hace frío.
La mayoría de las veces
el clima depende más de con quién estés
que de la temperatura que haya.
No tienes ni las más remota idea
de como de grande se hacía el sol
cada vez que me besabas.

Y es imposible no llegar a amar ciertos errores
cuando fuiste tú la mayor equivocación de toda mi vida,
cuando para volver a la inocencia
tengo que recordarte suspirándome al oído
con el aire robado de algún beso.

Estoy seguro que el levante sigue soplando fuerte
para llevarse tu perfume,
que tu nuca cuando te recoges el pelo
sigue pareciendo una isla perdida del pacífico.
Y es que cualquier naufragio
es mejor que navegar sin ti.

Suena una canción que te conoce,
en un acorde de la tercera estrofa
he vuelto a perder el equilibrio.
Lo peor de caer no es el cómo
si no el donde.

A toda esta madrugada le cabe tu nombre,
tengo heridas de folios en blanco en las muñecas
me desangro en azul sobre el escritorio.
La realidad es que siempre he sido tan poeta
como ha querido tu ausencia.

Y hace frío.

La última vez que bebí para olvidarte,
acabé olvidando que bebía.
Es jodidamente triste.
A veces el amor se olvida de que existes
y cuando digo el amor, digo tu nombre.

Supongo que ya no tienes aquel vestido 
en el que mis manos aprendieron
el verdadero significado de la palabra coño.
Aquella camisa escotada 
que derretía el hielo de las copas.
Que ya no descruzas las piernas esperando
que alguien acierte el color de sus sueños.

Y supongo que tampoco te hace falta.

Y estarás en algún lugar sin posdatas,
con los pómulos coloreados 
y esa sonrisa de quien sabe que tiene alas,
haciéndole el amor a los escaparates de un centro comercial,
comiendo caramelos de colores
y mintiendo sobre tu edad
al conjunto más sexy de una tienda de lencería.

Con la primavera floreciendo debajo de tu falda,
quizás sin saber que de aquí
te llevaste el verano para siempre.

Y hace frío.












Entrevista

Al otro lado del orgasmo

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La única decoración que necesita el sexo
es ropa por el suelo.
Y tú encima de la cama
o de mi cuerpo,
debajo de mi pecho
o hasta dentro.

No necesita más que tus zapatos,
no quiero que camines eso es de dama
no hace falta el andar cuando me trepas,
tu sólo déjalos como si fueras
en mitad del amor que nos odiamos
a pisarme el orgasmo y la sonrisa.

Si quieres que el desnudo sea completo,
mi hambre fetichista arrancará
gemidos de un hostal al fin del mundo
desde un dedo de tu pie hasta las cejas.

Olvídate de tangas de colores,
de braguitas de encaje de los chinos,
ignora el pintalabios que tu boca
me sepa solo a ti y viceversa.
No te pongas perfume eso es inútil
si está la primavera entre tus muslos.

Y lámeme la feria de la espalda,
araña el tobogán de mi columna
dibuja un mapa en medio de mi pecho
donde perderme siempre que te mire.
Y gímeme en la boca nunca antes
una canción me supo tan mojada.

No digas que me amas,ámame.
No lances tus promesas al futuro
y dame lo que tienes justo ahora,
toda tu incertidumbre,
los complejos,
aquello que no fuiste antes de ayer,
el verbo que no quieres que te haga,
el sudor que no sudaste con ninguno,
la saliva que olvidaste en otros besos.

Hoy seré tu insulto preferido,
el secreto que no contarías a una amiga,
la mentira que no  mientes por sincera,
la verdad que siempre omites por decencia.

Y hagamos que la ropa que decora
el suelo de esta ajena habitación
se sienta orgullosa de nosotros.

Encefalograma dominical

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Anochece de golpe,
estoy cansado de fingir veranos.

- ¿ Hola te llamas Laura?

Un clavo no saca otro clavo
solo se mete más dentro.

Podías sonreírme así como si estuvieras a punto
de salir en una foto de boda.

Yo una vez iba a casarme,
luego recordé que el amor dura
lo que tarda una pastilla de efferalgan
en disolverse en el agua.
Me compré un perro.

A veces me duele la cabeza.
Hoy me duele la cabeza.
Ayer me dolía la cabeza.
Mañana me dolerá no verte en mi cama.
Luego la cabeza.
Otra vez.
Creo que pienso demasiado.

- Te sientan bien esos vaqueros,
¿En serio que no te llamas Laura?

- Si quieres quedamos como amigos.
Eso dijo, como si en la amistad
cupieran los besos
que quiero darle.

Como explicarle que yo solo soy amigo
de quien no quiero follarme.

Hace un mes que no me coge el teléfono
se ha tomado en serio la amistad
hay que reconocerlo.

Se llama caleidoscopio,
mi perro,
le puse un nombre largo
para no tener que llamarlo.
A veces me gustan que las cosas vengan solas.
Como la lluvia.

Tampoco es que sea un imposible,
hay mujeres que por cincuenta euros
se llaman Laura toda la noche
o cinco minutos.
Depende de como la pienses.
Pero no por tener una caracola al oído
ya puedes sentir el mar.

Fingir veranos se me da mal,
imagino que las olas que borran mis huellas
lo hacen para que nadie me siga,
casi nunca voy a ninguna parte.
Aunque hubo una vez que tenía la dirección correcta
pero cogí un atajo
y me perdí.

El amor hay que caminarlo despacio
si corres por llegar antes
también estarás borrando el después.

Y después del después no hay nada más
que una pastilla de efferalgan en un vaso de agua
y este dolor de cabeza.

Dormir de estar soñando y no dormido

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Me hago más mayor que no más viejo,
también me hago el idiota
aunque lo soy.
Lo soy de no saber lo que sabría.
Hablo de tu sabor, eso se entiende.

Dice la luz que entra por la ventana
que ya esta aquí el verano y que tus piernas
le calientan la cama a otro cualquiera.
Que debe tener nombre como es lógico
pero lo llamarás corazoncito,
o gordo, o pequeño, o cielo mío.
Lo se porque el amor te pone apodos
así puedo llamarte en otro nombre.

Y tengo un niño dentro de mi pecho,
que sueña que te vas y luego vuelves,
que vuelves de volver no de dar vueltas.
Y tengo un hombre justo en el espejo,
que tiene de tener, no de ahora tengo
las ganas de ganar y de perderme
perderme de perder, no de perderte.

Supongo que el amor es un empate.

La playa es confundible con desiertos
sin ti y sin tus bikinis de colores,
lo dicen los turistas y tus ex novios.
Mi madre no lo dice aunque lo piensa
lo piensa de pensar que estoy pensando.

Si pienso, pienso en ti.
También se entiende.

Lo dije sin querer pero lo dije,
-Si cierras esa puerta abres mi vida-
A veces uno miente por cobarde.
Dejaste de fumar para marcharte
sin dejarme una excusa en los pestillos,
supuse que esa vez fue para siempre.
Y siempre es todavía por desgracia.

Y me hallo en esta parte de la vida,
que vivo por inercia y por morirme,
si de hablo de morir no hablo de muerte,
hablo de que no estás,
estar de estarme,
muriéndote por mí
morir de vida.

Amorexia

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Dice mi nostalgia que eres una puta.

Lo dice mi nostalgia,
yo se que nunca has cobrado.

No sabes lo grande que se me hacen las pizzas ahora.,
no es la falta de hambre,
es la ausencia de ti.

Se lo he dicho a la señorita que me atendía.
- Debe haber un problema, no recibo llamadas.
- ¿Usted tiene amigos? Me ha preguntado.

La gente todavía cree que la amistad existe,
este mundo no dejará nunca de sorprenderme.

Caduca la despensa sin tus manos,
mi boca sin tu boca
y el orgullo.
Parece la nevera Palestina,
en los cajones faltan tus caricias,
en las cucharas el aire de tu aliento.

Tenía voz de croissant de chocolate.
- No, no tengo amigos señorita. Le dije.
- Entonces quizás es problema suyo, no del teléfono caballero.

En la encimera llora una manzana,
me observo en el reflejo de un cuchillo
era más guapo cuando estabas cerca
y eras más cerca cuando estaba guapo.

Le faltan ingredientes a este plato,
azúcar al café del desayuno,
al click del microondas tu sonrisa.

A mí todo tu amor y el apetito.

Cada vez que pido un deseo digo tu nombre

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Le he robado otro año a la muerte,
no he soplado las velas,
todo el aire que me debo es un suspiro.

Hay un sobre azul en la mesita
lleva tu nombre impreso en el remite,
no tiene dirección ni me hace falta,
quizás vas a pensar que lo exagero
pero te encuentro siempre en la nostalgia.

Ayer llevabas falda por ejemplo,
las piernas largas, el corazón estrecho,
pensaban que eras puta los taxistas,
dijiste fóllame así muy brusca
como quien pide lluvia en el desierto
y yo te hice el amor como un idiota,
a veces se me olvida no quererte.

Luego yo me manché y tu te fuiste.

Me ha echado treinta y uno muy amable,
la chica de la tienda de la esquina,
hoy es mi cumpleaños he confesado
ella con el escote en la mirada
me ha invitado a un helado de vainilla
yo que me conformé con su sonrisa.

Se llama como tú,
nadie es perfecto.

Quisiera hablarle al yo al de mi infancia,
decirle que el amor no es para tanto,
se pasan de los besos a las manos
de las manos al sexo y del sexo,
se pasa a las manos luego al beso.
Cuando dices cariño ya el amor
bosteza en un sofá de la salita.

Decirle que el amor que nunca acaba
es aquel que o bien se marcha
o nunca llega.

Aunque supongo que tampoco entendería,
ni siquiera el yo de ahora se consiente.

Decirle en voz de otro y al oído
que a veces la peor de las derrotas
es ganar en el momento equivocado.

Que dios es el primer de los ateos
ya casi nadie cree en él
ni él en nosotros.

Que aunque el primer amor nunca se olvida,
lo puedes ignorar tranquilamente.

Decirle que la felicidad es un estado
que solo sabes apreciar
cuando se ha ido.

Que de todas las personas de este mundo
y del mundo que te quede cuando ella
se marche a otro mundo diferente
solo debes creer en una sola.
Y si no es en ti mismo, estás perdido.

Yo me busco todavía por ejemplo.

Aunque supongo que de saberlo todo,
yo no sería ahora este hombre,
que mira un sobre azul en la mesita
y lo deja sin abrir porque ya sabe
que tú no cabes en algo tan pequeño.

Contrarreloj

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Si vas a volver tarde deberías
traer al menos tu mejor sonrisa,
esa que pones después del orgasmo,
o la que usaste para enamorarme,
cuando  dejé pasar tus chocolates,
tu crema protectora, tu champú,
los condones de sabores
y tu culo,
por delante de mi sed y de mi hambre,
en la cola de aquel centro comercial
cuyo nombre me recuerda que aún existes.

Deberías tal vez de volver tarde
dejarte el pelo suelto y en el cuello,
ignorar cualquier perfume que me prive
de poder oler tu piel como es debido.
No traer en tu dedo algún anillo
que delate que tu amor llego a otro puerto,
ni tampoco prendas caras tu ya sabes,
que se arranca antes la ropa que el suspiro.

Y quizás solo quizás también debieras,
no venir con palabras diferentes,
que tu acento no parezca que te fuiste,
que tu lengua no me hable con los ojos,
que no sepan a promesas los me quedo,
ni a distancia los me voy a despejarme.
Que tu voz sea la misma que otras veces
me robó toda la mía y el aliento.

Deberías olvidarte los disculpas,
los no sé, los tal vez, los por si acaso,
los que tal está tu vida y la familia,
arrojar en el pasillo los te quiero
Y los sueños,
en lugar de hablar de ellos como idiotas,
los dormimos abrazados como estúpidos
y cada vez que despertemos los cumplimos,
tú en mi boca y yo en tu coño por ejemplo.

Y arrancarnos las promesas a mordiscos,
que nos duela las mentira a largo plazo
en la piel, en el alma y en los besos.


Pero sobre todo lo que realmente deberías
si es que piensas volver aunque sea tarde,
es tener la certeza de que aquí
aún te espero, o te ansío, o te busco,
o te guardo tu lado de la cama,
el hombro de las lágrimas
y la sonrisa.

Y el tarde,
no se ha hecho un nunca de repente.

Hola, ¿Tienes fuego?

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Fumo porque no tengo tu boca.

Lo de beber es una opción alternativa.
¿ O en serio alguien se cree
que por consumir este líquido color caramelo,
tú vas a salir de mi cabeza?

Se puede perder el equilibrio
pero nunca la memoria.
La realidad es que querer olvidar,
es el modo más estúpido de recordar para siempre.

Y yo cada día estoy más seguro de que la felicidad,
solo depende del paisaje
y que el paisaje que puede hacerme feliz,
solo depende de ti.

Y nunca vuelves.
Porque volver si ya te has ido es llevarse la contraria.

Lo malo del cariño,
es que cuando te acostumbras a él,
el amor se parece demasiado a una madre.
No sé si me lo dijiste o lo he soñado.
Pero es cierto.

¿ Como nos íbamos a desear,
si ya no sabíamos insultarnos?

E ignoramos a conciencia que el placer
comenzaba en las rodillas,
que lamer más que un verbo era un idioma.
Y aprendimos a apagar las luces,
pues una vez se conoce el camino del orgasmo,
la rutina se hace cargo de recoger los gemidos.

Pero sin ti la rutina,
nunca es lo mismo que contigo.

Y creo que estoy viviendo demasiado rápido,
para morir tan viejo,
demasiado triste,
para soñar contigo.
Y creo que me estoy queriendo demasiado poco
por quererte tanto.
y fumando  demasiado a pecho
por no hallar tus labios.

Y nunca vuelves.

Y yo ya no sé del todo,
si aún tu risa es mi canción preferida,
las veces que te pienso riendo con otros
firmo guerras nucleares en las aceras del barrio donde vives.

Porque yo nunca he sabido amar sin egoísmo,
ni pude desear la felicidad en el amor si no era mutua.
Si la guerra era tu nombre cualquier paz,
era un campo de batallas.

Así de triste.
Como cuando descubres que los amigos son los padres.
O recibes un correo sin posdata.
Así me hallo.
Como cuando se difumina la cicatriz que te recuerda que fuiste niño.
Como observar que en el banco donde nos dimos el primer beso
han puesto una rotonda,
para que gires sin sentido buscando un amor
que se han llevado otros labios.

Así de estúpido.
Como decir te quiero a un número que ya no existe.
O hacer aviones de papel por si vinieras
no descubrieras que ahora tengo miedo a volar.

Pero nunca vuelves.

Y fumo.

De lo que no saben las orillas

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Ahí está lo único bueno del verano,
lleva un bikini blanco,
se agacha de vez en cuando
a recoger caracolas de la orilla
y media playa suspira por su culo,
la otra media critica sus caderas.

Siempre he pensado que el peor enemigo de una mujer,
es otra mujer.
Ella lo sabe.

Anoche a las dos de la madrugada
yo ya llevaba seis mentiras,
a veces alterar mi soledad
no es tan sencillo.

Lo peor del conmigo es el sin ti.
Lo mejor del sin mí era el contigo.

Había una chica muy guapa,
de esas que tienes que mirarla tres veces
para creer en ella
y no culpar al alcohol
de crear bellezas que no existen.
Me la encontré en mis ojos en mitad de la barra
bebía ginebra y olía a vainilla,
tenía el pelo largo, la falda corta, la sonrisa amplia,
me la hubiera follado en el primer rincón
abandonado de la ciudad,
decorado con su boca las flores del parque,
agrietado con su manos lo más oscuro de mi pecho.
Pero no llevaba tacones.

Una mujer sin tacones
es como un hombre sin polla,
te puede gustar mucho
pero a la hora del desnudo
le falta un trozo.

Con el pelo suelto la chica del bikini blanco
parece un anuncio de viajes al Caribe,
un póster del último camionero romántico,
una isla donde el naufragio
más que catástrofe es una suerte.

Decía la camarera del bar
donde hipoteco todo mi equilibrio
que si la incertidumbre no arde,
el amor se apaga.
Que hay que saber llegar lo suficientemente tarde
para que te echen de menos
pero no tanto como para que te manden a la mierda.
Incluso al orgasmo dijo.
Y sonrió.

Yo hace exactamente ochocientos cincuenta y tres días
que no llego tarde a ningún sitio.
Y no porque el desamor me haya hecho un hombre puntual
si no porque ya nadie me espera.
Y es triste.

Como triste es que ella ahora
no necesite una mano en su espalda
para extender la crema protectora,
o que le lama los tobillos para que la sal del mar
cicatrice los besos que nunca me dieron en la infancia
y que tanto me duelen todavía.

Cinco de la mañana,
llevo tantas mentiras
que ni siquiera recuerdo bien quien soy.
Comentan que los borrachos siempre dicen la verdad,
yo opino que la verdad no es más que una mentira mal contada.

Supe al perderte,
que había ganado lo peor de mi mismo,
por eso dije te amo en lugar de te quiero
antes de que cruzaras el umbral de la puerta.
Te amo,
Aunque en realidad lo que quería decir era:
- Por favor no te vayas nunca o mi vida será una mierda-
Solo dije te amo.
Y no fue suficiente.

Lo mejor es cuando salta las olas
y sus tetas se burlan del vértigo.
Tiene los pies mas bonitos del mediterráneo,
no más de un treinta y siete
y las uñas pintadas de un azul claro.
Uno no sabe con exactitud
si tiene el cielo bajo los pies
o por encima de la cabeza.
De hecho uno no sabe en realidad si hay cielo
hasta que no la mira.

Andar despacio, abrir la puerta,
recordarte,
cerrar la vida.
Atravesar el silencio que has dejado en cada habitación,
vestir la terraza con tus vestidos de colores,
que nadie sepa que te has ido para siempre,
que el aire haga de tu olor algo perverso.
Aún sabe a ti las costuras de tus bragas,
aún siento igual si te pienso entre mi brazos,
aún me odio más sin odiarte todavía.

Se tumba en la toalla sutilmente,
tiene el cabello negro, piel oscura,
los ojos más bien verdes aunque a veces,
te mira en azul y te despista.
Debajo del ombligo hay un lunar
que bien podía ser centro del mundo,
debajo del lunar hay otra playa
que sabe de humedad más que las barcas.

La cama me pregunta por tu peso,
hay quien le llama insomnio a las ausencias
yo no digo tu nombre desde entonces.
Tu nombre nunca acepta una mentira
se incrusta en el cielo de la boca
y duele mas gritarlo que ignorarlo.

Se recoge el cabello, luego observa
al sol despedirse de la orilla,
se pone su vestido, el de los martes
(Ese de flores rosas y amarillas)
Y marcha arena arriba sin mirar
lo triste de la playa con su ausencia.

Igual que está la casa, igual que yo,
desde que giró el pomo en un te amo
y me rompió el verano para siempre.

Con vistas al interior

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No soy el mejor hombre que has conocido,
ni la mitad de bueno de los que te quedarían por explorar,
ni siquiera tengo estudios y mi voz
se quiebra ante cualquiera que me mire a los ojos.
Mi tristeza se acentúa los domingos
pero en realidad es mi estado más corriente.
A veces sufro ansiedad,
también ira,
tengo veinte segundos complicados en los que puedo
desde matar a un hombre a dormir sin ella.
No diría que estoy loco pero soy un cuerdo anormal.

En serio, soy un desastre,
ni siquiera soy fiel,
si escucho tacones bailo canciones perversas,
si veo un escote busco el mar en otros puertos,
mejor no hablar si al poniente
le da por levantar una falda en mi presencia.
La última vez que pedí perdón
tenía diecinueve años
y el ya no podía escucharme.

Hace tiempo que no confío en nadie,
la esperanza me resulta un acto masoquista,
la fe un mal truco de magia,
el destino un folio en blanco
que escribo con faltas de ortografía
para que el tampoco sepa guiarme.

Quizás si te vas ahora,
alguien podrá darte el placer
que no concibo sin dolor.
Alguien, cualquiera,
podrá hacerte promesas preciosas de esas
que jamás se cumplen
 y tu puedas sonreír dignamente,
atando tus sueños a un futuro que no existe.

Creo cuando miro tu boca,
que hay mujeres que deberían poner más cuidado
en esconder la sonrisa que las bragas.
Pero esto casi solo me ocurre contigo.

Supongo que tu boca es capaz de hacer esclavo a un hombre.
Y seguramente a estas alturas de mi vida
lo fácil sería no rebelarse.
Y dejarme llevar o caer,
porque cuando la abres así como quién bosteza sin más
yo veo un precipicio donde caer es levantarse
y huir de ella es conseguir que el vértigo
te persiga hasta que te tumbe.
Y tumbados ya sabes que el amor
a mí siempre me ha sabido a coño.


Pero es cierto,
que deberías marcharte,
a que el amor te sorprenda por la espalda
y dejar en la puerta un te quiero
por si un día al salir no se quien soy.

Porque si te quedas,
no sabrás que pienso cuando pienso tanto,
ni oirás un yo también después de un te amo,
porque jamás supe forzar una palabra
y ya es tarde para contradecir mi abecedario.
Y no sabré decir nunca que te quedes,
ni aunque sea mi deseo primordial
porque si yo pudiera irme de mi mismo,
también lo haría.

Ni siquiera si decides quedarte
podré escribir algún verso decente en tu nombre
porque sería demasiado feliz
para ser poeta.

Quizás no entiendas que hay gente,
que necesita echar de menos
para no echarse de más.
Que hay gente a la que sonreír en estos tiempos
le parece un insulto,
que respirar una osadía,
que vivir un arrebato,
que perder una rutina.

Quizás no entiendas que soy de ese tipo de gente.
Alguien incapaz de volar sin resaca,
un tipo que se juega a la carta más alta
su próximo desequilibrio.
Un algo que no es alguien
si no suena su nombre
desde la garganta más profunda
de un bar de carretera.

Deberías irte,
recoger tus caricias de mi espalda,
atravesar mi corazón hacía fuera,
que pueda verse en el agujero de mi pecho
los escombros que has dejado tras tu marcha.
Ignorar aquello que ves en mis ojos,
lo que te gritan mis párpados cuando te observo
porque en realidad solamente la ignorancia
puede hacer feliz a las personas.

Y bajar las escaleras con tus tacones negros,
los mismos que te quitaba con la boca,
cada noche que el deseo
nos ponía de rodillas.
Y perderte calle abajo,
como se pierden los autobuses y los coches
y las putas de la calle Magdalena
y las madres de los niños de colegio.
Como si pierden las nubes que no mojan
o el sol que no calienta.
Sin un adiós, sin hasta nunca,
solo silencio.

Deberías irte ahora mismo,
porque es el único modo que tenemos de saber
si de verdad te necesito.
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