"El día que las canciones no hablen de mí lo habrás conseguido"
Así era ella. Hablaba del olvido como si fuera parte de una melodía. Es posible que realmente no tuviera constancia de su poder, que el espejo le mintiera vilmente y que pudiera considerar, aunque fuera remotamente, que el olvido en algún momento pudiera acompañar a su nombre en una misma frase.
Obviamente no tuvo éxito. Es posible, incluso más que posible y pueda corroborar que en alguna canción ella no haya sido protagonista. Y por ejemplo Sabina me trajera muy de vez en cuando a Elsa a la boca. Que el Robe, cuando no se creía dios y a su vez besaba en la boca al diablo, pusiera en sus letras los muslos cálidos de Irene. Que la tristeza infinita de Ismael Serrano, le arrancara las alas a todas las mariposas que cierta chica pelirroja hizo volar en mi pecho, aquel año bisiesto que aún tengo tatuado en las muñecas. Ferreiro le pintó de violeta a Laura los vellos del pubis. Chaouen le quitó los tacones a aquellas diosas nocturnas para que el amor no tuviera coartadas. Cómo ignorar a Pons y los pechos inocentes de Beatriz, bailando al ritmo de mis pestañas.
La música querida, podría decirte ahora, no era más que polvo sobre tu recuerdo. No era necesario que fueras la actriz, para ser la dueña de los acordes. Si algo me marcó, si a algo conseguí acostumbrarme fue al adiós. Una vez que lo pronunciaron tus labios, eran posibles en cualquiera. Tengo la certeza de que al saborear la derrota tan pronto, el resto de pérdidas, ni siquiera fueron consideradas fracasos. Se cerraba una puerta y se abría otra. Se apagaba una luz y comenzaba el brillo en otros ojos. Es complicado dentro de una oscuridad saber cuándo ha llegado la noche. Alguna vez al recordar tu frase, al comprobar que dejabas de venir con el ritmo o la letra, me invadía una extraña nostalgia. Supongo que nunca estuve preparado para el olvido si se trataba de ti. Y aunque realmente ello no sucedía del todo, si sentía la culpa absurda de haberlo conseguido. Incluso durante unos años, dejé de planear lo que pudimos haber sido para ser otro con cualquiera. Y hasta es cierto que fui feliz. Que en cierto modo conseguí el bendito eclipse de luna. Pero ambos sabemos que por muy grande que sea el eclipse, la luna sigue ahí, debajo, detrás, esperando. Y así fue, así ha sido siempre. Has vuelto tantas veces que es increíble que solamente te fueras una.
No me culpo por la osadía ingrata de mi indiferencia. Por los sueños ajenos a aquella casa con vistas al mar que nunca tuvimos. Sabes, cuándo hablabas de ello, de esas vistas, yo imaginaba el mar en tu boca y jamás en el horizonte. No puedo reprocharme haber seguido sin ti, sin la pequeña Ariadna jugando en un columpio en el jardín, de todos modos tampoco tuvimos ni Ariadna ni jardín. Solo teníamos futuro. Y ahí si puedo maldecirme. A mí y a él. Pero ya es tarde querida. Y aunque puede que te olvidara en algunas canciones, te aseguro, te prometo, que después de ti la vida, nunca más me ha parecido un baile.